
El Padre da al hijo la vida y con la vida le da el poder de hacer, el poder de saber, el poder de amar lo que es bueno. Dios Padre, al crear al hombre, pone en su corazón un destello de vida, el Hijo ilumina su mente y el Espíritu Santo santifica su alma; de este modo, la Trinidad augustísima te ama como a una criatura electa, te distingue como hijo santo y querido.